domingo, 22 de agosto de 2010

LA PRUBA DEL FUEGO


En cierta ocasión, el miembro de un grupo, al que presentaba servicios regularmente, abandonó las actividades sin previo aviso. Luego, al constatar su ausencia, el líder del grupo decidió visitarlo.
La noche que el líder lo fue a buscar hacía mucho frío. Al llegar a la casa del ex miembro, lo encontró solo, sentado frente a la chimenea que calentaba todo el ambiente.
Ya sospechaba cuál era la razón de la visita, entonces le dio la bienvenida al líder y lo llevó cerca del fuego, donde esperó sus reclamos.
Sin embargo, el líder se sentó cómodamente en el lugar indicado y permaneció callado. En medio de ese pesado silencio solo contemplaba la danza de las llamas alrededor de la leña ardiente.
Transcurridos algunos minutos, apartó cuidadosamente hacia un lado un trozo de leña, el más incandescente de todos. Entonces volvió a sentarse en silencio.
El anfitrión observaba todo, fascinado y callado. Poco a poco, la brasa de la leña solitaria se fue apagando. Después de una tenue chispa, el fuego se extinguió por completo. En poco tiempo, el trozo de leña que antes había sido una profusión de calos y luz se transformó en un oscuro, frío e inerte trozo de carbón.
Hasta entonces, salvo el saludo inicial, ninguno de los dos había intercambiado alguna palabra.
Antes de irse, el líder tomó de nuevo el ahora trozo de carbón inerte y lo volvió a colocar en medio del fuego. En apenas minutos, alimentado por la luz y el calor, se transformó nuevamente en brasa.
Cuando llegó a la puerta para partir, el anfitrión le dijo: “Gracias por su visita y por el bellísimo sermón. Quiero que sepa que regreso a la convivencia del grupo”

Material extraído del libro “Historia de sabiduría popular” de Carmen Seib

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